Quién me iba a decir a mí que esto de la apicultura iba a abrirme a un mundo lleno de experiencias y aventuras.
Ayer, volviendo de los colmenares, me llamó un compañero de San Pedro para comentarme que en una antigua granja de su pueblo había un par de colmenas establecidas en unos agujeros de refrigeración y que él, estando en pleno tratamiento contra la alergia que había desarrollado a las picaduras de nuestras hacendosas amigas, no podía retirarlas.
Le dijimos que, por supuesto, estaríamos encantadas de ir a intentar recogerlas.
Kiko el "anfitrión" de las abejas, como tanta gente concienciada prefería darles una oportunidad antes de eliminarlas, puso a nuestra disposición un par de andamios para facilitarnos la tarea.
Que preciosidad de colonias habían construido, unas estructuras perfectamente integradas en los huecos de ventilación, aprovechando hasta el último milímetro. Que pena da retirarlas de un espacio así, okupado, recuperado y renaturalizado por las abejas.
Esperemos que sus nuevas viviendas, que siempre estarán cerca de espacios llenos de flores, les resulten aún más gratificantes que sus anteriores casas.
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